Russel Brand, actor, comediante y presentador de TV dice: “No vale la puta pena. Todavía me siento vacío por dentro.” Eric Clapton un ícono en el mundo de la música afirma: “Tenía todo lo que podía tener, era millonario, tenía mujeres hermosas en mi vida, casas, autos, una carrera de oro, un futuro… pero cada día quería suicidarme.” John Lennon comentó en una entrevista: “Los Beatles teníamos todo: dinero, fama… pero no alegría.” La famosa actriz Cameron Díaz dice: “Si buscas la felicidad en la fama, nunca la encontrarás.” Alanís Morrisete, también exitosa cantante afirma: “Pensé que el éxito y la fama llenarían el tremendo vacío que siempre había sentido, que me haría sentir entendida y amada, sin embargo, me aislaba más.”
Hemos estado buscando la felicidad en todos los lugares equivocados.
Lo hemos hecho por cientos de generaciones y lo seguimos haciendo. Las consecuencias de este error se muestran, a nivel personal, como una constante insatisfacción siempre presente en un rincón de nuestra conciencia o por disfrutar solo de breves momentos de alegría cuando ciertas condiciones externas coinciden con nuestras expectativas. A nivel mundial, la injusta distribución de la riqueza, la voracidad de corporaciones y países y el inminente fracaso del sistema socioeconómico y político son evidencia de este error multiplicado por siete billones de seres humanos.
Es debido a este error que nuestras prioridades están mal organizadas: Lo que verbalmente admitimos como “lo más importante” es, en nuestras vidas, desatendido y lo que declaramos como “superficial” ocupa la mayor parte de nuestro tiempo, energía, atención y vida. La mayoría de la gente afirma que su familia es más importante que su trabajo, pero dedica su vida al segundo y no a lo primero. Casi todos afirman que su salud es más importante que el dinero, sin embargo, viven con estrés, comen mal y a toda prisa, sufren de gastritis y úlcera debido al estrés y no tienen tiempo para cuidar de su cuerpo o hacer ejercicio.
A menos de que nos hagamos plena y completamenteconscientes de este error, no existirá para nosotros la posibilidad real de encontrar felicidad, bienestar y paz duraderas. Pasaremos nuestra vida persiguiendo, como el burro que mueve la noria, la elusiva zanahoria que cuelga frente a él o terminaremos agotados como el ratón que corre a toda prisa en la rueda dentro de su jaula sin avanzar un milímetro. Muy ocupado todo el día, todos los días sin avanzar ni un milímetro hacia lo que cree que le hará feliz.
El error es simple y, una vez analizado, es obvio, sin embargo, viene implícito en la forma de ver el mundo que heredamos de la sociedad y resuena de manera tan contundente con la estructura de nuestra mente que nos perdemos por completo en él, nos es imposible verlo a pesar de los desastrosos resultados, a pesar de darnos contra la pared una y otra vez.
Hemos sido persuadidos, hipnotizados y estamos totalmente convencidos de que la felicidad, el bienestar y la paz vienen de factores externos. Creemos que, si tan solo logramos generar un conjunto de circunstancias específicas alrededor de nosotros, entonces seremos felices. Asumimos que si no tenemos paz o no nos sentimos satisfechos se debe a que las cosas en nuestra vida no son como deberían ser. Nuestros esfuerzos se van en tratar de controlar lo que sucede a pesar de que la vida nos demuestra, una y otra vez, que tiene la curiosa cualidad de ser impredecible, incierta e… incontrolable.
Peor aún, creemos también que existe un “yo” mejorado en el futuro, una mejor versión de nosotros mismos. Toda la cultura de la superación personal nos vende la idea de que, trabajando duro, con disciplina y empeño, lograremos ser una “mejor persona” en algún momento, allá y entonces. ¿No es obvio acaso que este “yo ideal” es, por definición, ficticio, imaginado… inalcanzable?
Si pudieran medirse, nuestra insatisfacción, frustración y neurosis, equivaldrían a la distancia que existe entre “lo que es” y lo que creemos que “debería ser”. O bien, la distancia entre nuestro “yo real” y nuestro “yo ideal”.
Estahipnosis socialva a lo más profundo de nuestra cosmovisión, es decir, de la forma en la que vemos el mundo y a nosotros mismos.
Hay tres problemas lógicos muy obvios en esta hipnosis: El primero es que el 99.9% de las veces las cosas son como son y no como queremos que sean. El segundo, es que cuando llegue ese ansiado futuro, será el presente y seguiremos soñando con otro conjunto de formas mejor que el que se nos presenta. El tercero, es que todo lo que tiene forma es impermanente: o bien cambia o desaparece. Si nuestro bienestar se basa en las circunstancias externas, la desilusión y la frustración están aseguradas.
No hay un conjunto de circunstancias externas ni internas en el futuro que por fin te harán sentir feliz y satisfecho. No hay un “yo” mejorado en el futuro que por fin estará bien y completo. La sensación que causan los logros en el mundo de las formas es, debido a la impermanencia, efímera. Muy comúnmente se convierte en su opuesto. El cambio que buscamos no es externo, sino interior. La felicidad y la paz no dependen de lo que pasa, se dan cuando adquirimos una serie de habilidades que nos ponen en contacto con la dicha del ser.
El problema de la superación personal es que es superficial, se basa por completo en la imagen, en la máscara y en el culto a la personalidad. El desarrollo humano es más útil, sin embargo, refuerza la idea de que hay algo mal en ti, de que no estás completo y que, a través de un esfuerzo continuo y disciplina, lograrás deshacerte de esa parte de ti que no es adecuada y podrás, algún día, desarrollarte en alguien mejor. La terapia es una gran herramienta y creo que todos en algún momento haremos bien en iniciar un proceso terapéutico que nos brinde claridad sobre lo que nos pasó, nos ayude a entendernos y nos dé alternativas para estar mejor en el mundo.
Sin embargo, hay una posibilidad más: aprender a ser feliz. Estar en paz independientemente de las circunstancias externas, de lo que logramos, tenemos, acumulamos o lo que nos sucede. No en un futuro imaginario que nos elude sino hoy, ahora, aquí, cada día. Esto implica que la felicidad más que un conjunto de cosas y condiciones a nuestro alrededor es una serie de habilidades que se practican. Más específi-camente, es el resultado de una habilidad a la que todos tenemos acceso.
Anthony de Mello cuenta la siguiente historia:
Una persona caminaba en la naturaleza cuando notó que dos leones se dirigían hacia él no con las mejores intenciones. Corrió lo más rápidamente posible en su intento de escapar de las fieras y al llegar al borde de un precipicio no le quedó más que saltar para intentar salvarse. Por fortuna logró asirse de una rama y quedó colgando a veinte metros del suelo, donde notó que también había un par de leones hambrientos. Así las cosas, al voltear la vista al frente notó que había una mata con dos fresas maduras y apetitosas. Extendió la mano, alcanzó una de ella, la llevó a su boca y disfrutó de su exquisito sabor. Un hombre que definitivamente vivía en el presente.
Los leones que le perseguían bien pueden representar la culpa y el rencor que son emociones que vienen del pasado y los dos leones de abajo podrían ser el estrés y la preocupación que vienen siempre del futuro. La delicia de la fresa es el disfrute del presente que, sin importar las circunstancias de tu vida, está siempre al alcance de tu mano.
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De venta en Gandhi y librerías de prestigio.
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