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CAPITULO UNO

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1. Date cuenta

 

¿Conoces tus emociones? ¿Confundes unas con otras? ¿Hay emociones buenas y malas? ¿Debemos aprender a controlarlas? ¿Es malo enojarse? ¿Qué emoción cargas por años? ¿Qué diferencia hay entre tristeza y depresión? ¿Sabes lidiar con tus emociones? ¿Hay algunas que te dan miedo o te abruman? ¿Te avergüenzas de ellas alguna vez? ¿Las reconoces en otros? ¿Sabes expresarlas sanamente? 

 

  Reflexiona profundamente sobre estas preguntas.

 

   Nuestro concepto sobre la salud se limita, por lo general, a la ausencia de enfermedad. Sin embargo, una salud integral va más allá de no presentar síntomas o malestares. En lo físico, incluye el correcto desempeño de todos los procesos de asimilación, desecho, sustento, mantenimiento y cuidado del cuerpo en general. La verdadera salud física incluye un buen ritmo de descanso y actividad, energía suficiente para todos nuestros asuntos y un sentimiento general de bienestar superior al hecho de no sentir molestias o dolores.

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  En lo emocional no se trata solo de sentirse contento y en paz todo el tiempo. Se trata de permitirnos experimentar, conocer y reconocer, aceptar y darle la bienvenida a cualquier emoción que surja en nuestra consciencia. Al igual que el cuerpo se enferma cuando no se deshace de las toxinas que le afectan, la emociones estancadas por años en nuestro sistema causan daños que tarde o temprano se manifiestan. 

  Debido también a nuestros condicionamientos no sabemos lidiar con algunas emociones. A los niños se les repitió hasta el cansancio que los hombres no lloran y ahora, son incapaces de desahogarse sanamente y es sólo cuando se embriagan, que algunos se permiten mostrar tristeza. El mismo condicionamiento provoca ahora que muchos hombres escondan su tristeza detrás del enojo. Para la mujer sucede lo contrario, como nuestra programación social dicta que “enojarse es malo” son muchas las mujeres que atiendo en terapia que no solo no saben enojarse sino que no pueden hacerlo. Ellas esconden su enojo detrás de la tristeza y el llanto. 

  La empatía es parte importante de la salud emocional. La capacidad de “leer” las emociones en el otro, ser capaz de identificar qué es lo que el otro siente o poder predecir, a grandes rasgos, qué emoción causarán en el otro nuestras acciones o palabras. 

  Se habla mucho de “inteligencia emocional”, deberíamos hablar también de “retraso emocional.” Muchas personas no han desarrollado la capacidad de identificar las emociones en ellos ni en los demás. 

  En nuestra comunicación con otros solo un porcentaje pequeño del contenido es transmitido a través de las palabras, la parte más importante la comunicamos a través de nuestras emociones y de nuestro lenguaje corporal. Aquellas personas incapaces de ser empáticas no entienden lo que queremos comunicarles, lo cual es tremendamente frustrante para ambas partes. No es que sean insensibles o patanes, no es que no les importe o tengan la intención de hacernos sentir mal. Si no son capaces de “leer” el mensaje en nuestra cara, en el tono de voz, en nuestro llanto, lo que queremos comunicarles no les toca en lo absoluto. Por otro lado, son incapaces de comunicar adecuadamente sus emociones, así que cuando se les pregunta “¿Qué sientes?” su respuesta es “No sé” y no lo hacen por molestar. En realidad desconocen sus emociones y las de todos los que les rodean. 

   Así como tenemos un desarrollo intelectual a lo largo de nuestra vida, tenemos también un desarrollo emocional que, una gran mayoría de las veces, queda inmaduro. Nos aferramos a expresiones emocionales infantiles pues nunca aprendimos a lidiar sanamente con lo que sentimos. El chantaje emocional (usarlo o ser víctima de él), es muestra de una forma neurótica de usar nuestras emociones para obtener lo que queremos. Una forma inmadura, no saludable de relacionarnos.

  

   El balance es un ingrediente más de la salud emocional. Si bien algunos de nosotros no nos permitimos ni sentir ni expresar algunas emociones, otros más, exageramos. Es una pena que son muchas las personas que aprenden a relacionarse y a expresar sus emociones en los programas de televisión. En Brasil tienen un dicho para cuando una persona está haciendo un drama por algo, le dicen “Você está fazendo uma telenovela mexicana.” (Estás haciendo una telenovela mexicana). 

  Hacer un drama fuera de proporción a lo que se está viviendo es al mismo tiempo una forma de llamar la atención de otros y un mal hábito. Existe, de hecho, un padecimiento psicológico llamado “Trastorno histriónico de la personalidad”, en el que el afectado tiene una necesidad neurótica de ser el centro de atención. 

  “Neurótico” llamamos coloquialmente a la persona que es abrumada por sus emociones: o se enoja fácilmente y se vuelve agresivo, o llora demasiado y se ofende fácilmente. En la psicología humanista la neurosis se define como el uso de patrones que alguna vez nos sirvieron pero que ya no son adecuados ni para nuestra edad ni en el contexto en el que insistimos en usarlos. Desde este punto de vista, la neurosis no es un signo de enfermedad sino de inmadurez: La persona se aferra a comportamientos infantiles y así se relaciona. 

 

   La salud emocional es entonces, el resultado de aprender a reconocer, aceptar, dar espacio y expresar nuestras emociones de forma proporcionada, balanceada y madura. Lo cual implica no reprimirlas, negarlas, ignorarlas ni tratar de controlarlas. En lugar de eso, entender plenamente que toda emoción es una expresión natural y necesaria de nuestra experiencia. 

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